Verónica, una mamá de infantil
¿Cuántas veces de pequeños no hemos deseado que pasara algo para no ir al colegio? Pues, aunque nos ha pillado en el otro lado, ese momento ha llegado.
Cuando recibes la noticia de que el cole continúa en casa te imaginas a todos sentados alrededor de una mesa cada uno haciendo lo que le corresponde, madre trabajando, padre trabajando, hija de Primaria trabajando e hija de infantil trabajando también, rodeados de un silencio y una armonía que favorece la concentración de cada uno.
La realidad nada tiene ver con la expectativa. Los primeros días se convierten en un auténtico caos, hija de infantil que no entiende que, si no hay cole por qué hay que hacer cosas tirada en la mesa muerta de sueño, hija de primaria que está cabreada porque parece que hacer cosas todos los días del cole es un castigo puesto por sus padres.
Esto conlleva a lloros, enfados, desmotivación, desconcentración y un montón de cosas más.
Así que me digo, para, analiza e intentemos que esto fluya de la mejor forma posible.
A partir de ese momento a hija de primaria le dimos todas las herramientas posibles para que fuera lo más independiente posible en sus tareas. Siempre estamos a su lado acompañando, resolviendo las dudas que surjan, pero nunca corrigiendo; nos dimos cuenta de que si nosotros corregíamos se transformaba en decepción mientras que cuando lo hacen sus profesores esas correcciones se transforman en aprendizaje.
Con hija de infantil es diferente. Hay que guiarlos de forma constante, intentar que sus periodos de atención sean lo más extensos posibles cambiado de actividad constantemente, por este motivo decidimos separarlas y repartirnos entre nosotros la forma de realizar las tareas con ellas.
Sé que es complicado, tenemos otras obligaciones y mil cosas a lo largo del día lo cual está provocando frustraciones en algunos padres porque no llegan a todo.
Lo que tengo claro es que lo que ellos necesitan y buscan todos los días es el contacto diario con sus profesores y si haciendo las tareas lo consiguen, las hacen y si no salen como uno espera ya saldrán mejor.
Ellos necesitan a sus profesores, los padres también os necesitamos.
Ana y Sheila, unas mamás de 1º de primaria
Lunes 9 de marzo de 2020
Comenzamos una nueva semana: trabajo, colegios, extraescolares, labores de casa… vamos, las prisas y agobios de siempre.
Pero no podíamos imaginar que al final de la tarde de ese lunes de marzo nos encontraríamos con la siguiente noticia: «Madrid cierra todos los colegios, institutos y universidades desde el miércoles».
Y más prisas, agobios y estrés. Desde que escuchamos la noticia (en la televisión, en la radio, por la calle…) empezaron las llamadas, los mensajes por WhatsApp… un mar de dudas se cernía ante nosotros y, sobre, todo una pregunta ¿qué vamos a hacer con los niños?.
Llevábamos un tiempo escuchando cosas sobre el coronavirus pero ¿sabíamos realmente lo que nos esperaba?
Viernes 1 de mayo
Después de casi 2 meses de confinamiento hemos de decir que no, que entonces no podíamos imaginar lo que nos esperaba durante las semanas siguientes. En unos días, en menos de una semana, pasamos de la “normalidad” al “estado de alarma”, al “confinamiento”, a…. a una situación inimaginable para nosotros hasta entonces. Fue como un jarro de agua fría que vino a poner “patas arriba” la vida de todos.
Pero en este momento queremos centrarnos en las cosas buenas, en las cosas positivas que vamos a sacar de esto, en todo lo que hemos aprendido juntos.
Hemos olvidado las prisas, las carreras y los agobios del día a día.
Hemos aprendido a estar con nuestros hijos, a disfrutar del tiempo compartido jugando, cocinando, leyendo, viendo la tele, bailando… o simplemente estando juntos, tal vez como nunca antes lo habíamos hecho.
Realmente no ha sido fácil. Aún recordamos los primeros días, el bombardeo de actividades, las recomendaciones de mantener rutinas, horarios estrictos, trabajo, ejercicio, actividades creativas, contacto social, actividades lúdicas,…. Todo era imprescindible para asegurar nuestro bienestar y el de nuestros hijos. Hasta que nos dimos cuenta de que seguíamos estresados, casi más que antes porque claro, porque no solo teníamos que ser “superpapás”, sino que casi todo había que hacerlo online y a veces la tecnología se nos resiste, je, je.
Pero nuestros hijos nos han enseñado durante este tiempo mucho más que nosotros a ellos, y esto ha sido nuestro gran regalo, y no tiene precio. Y es que para ser “superpapás” o “supermamás” no tenemos que ser perfectos, solo quererlos y estar ahí. Está claro que nuestras pequeñas criaturas están muy concienciadas con lo que está ocurriendo y una vez más están mostrando una gran responsabilidad con todo este asunto.
Lo mejor de que esto se haya prolongado es que hemos podido relajarnos, acompasar nuestros ritmos, tomar conciencia de que a pesar de todos nuestros fallos, estamos ahí para nuestros hijos, y eso es lo que ellos necesitan. Hemos descubierto que no solo nosotros necesitamos nuestro espacio, también los más pequeños lo requieren. Y conseguir respetar los ritmos y espacios de todos conviviendo las 24 horas no está siendo fácil, a veces no lo logramos, pero solo intentarlo nos está permitiendo crecer como personas y como familias.
Sabemos que combinar “teletrabajo” y “teleestudio” es duro, es complicado, y a veces nos genera mucha frustración. Pero a cambio, estamos disfrutando de una parcela de nuestros hijos que antes no compartíamos, o al menos no con tanta intensidad: su aprendizaje, sus esfuerzos diarios, sus motivaciones para aprender, sus ganas de superarse…
Además, nunca antes realmente habíamos podido ponernos en lugar de aquellos que pasan normalmente tantas horas con ellos, porque si nosotros tenemos dificultades para ayudarles con sus tareas durante un rato cada día, ¡ni nos imaginamos cómo lo harán los profesores con 25 niños en clase varias horas seguidas! Y no solo ellos, sino todas las personas que hacen posible que “nuestro cole” no sea solo un colegio en el que aprender las materias, sino que sea un lugar al que todos estamos deseando volver.
Parece que hasta septiembre no va a ser posible, mientras tanto deberemos conformarnos con hablarnos a distancia y vernos a través de una cámara, atesorando, eso sí, todos los momentos que queremos compartir a la vuelta.