Jugar con menos para jugar más
Nació Jesús, los pastores lo adoraron y después llegaron Melchor, Gaspar y Baltasar. Entonces, entregaron tres presentes, tres imprescindibles para el Salvador.
Hace tres semanas que revivimos en cada casa ese mágico momento de ilusiones e intrigas. Mirando las caras de pequeños y pequeñas, me viene la misma pregunta ¿Qué necesita la infancia para ser feliz?
En mayo estábamos inmersos en una realidad que sólo conocíamos de las películas: el confinamiento por una emergencia sanitaria. Durante ese tiempo, aprendimos muchas cosas que resumiría en una: disfrutar del tiempo en familia.
La infancia está creciendo en un entorno donde se le da grandes cantidades de afecto, cuidado, tiempo, atención, juguetes y recursos. Es un “todo para los niños pero sin los niños”. Se les da todo sin mirar hacia sus necesidades.
Hace 6 años encontré un estudio de Joshua Becker donde hablaban sobre 12 ideas que benefician el juego de niños y niñas con menos materiales. Una reflexión que enlaza con la demanda que tiene la infancia: esto me lo van a comprar; y las necesidades que se deben satisfacer.
En clase, transformamos todo lo que tenemos en materiales de juego. Desde corchos de botellas de vino que se convierten en habitantes de un mundo de papel y cartón; cilindros transformados en cuevas o torres de castillos; protectores de porexpan que navegan por océanos invadidos por tiburones de piedra…
Seguro que alguna vez os ha pasado que al entregar un regalo, se han pasado más tiempo jugando con la caja que con el juguete. Porque les ha llamado más la atención las posibilidades que ofrecía el continente frente a las limitaciones que ofrecía el contenido.
Cuantas menos instrucciones tenga un juguete, más posibilidades de juego creará el niño.
Si en el futuro queremos personas que sepan aprovechar los recursos disponibles y los transformen en potencialidades, ahora, cuando están descubriendo el mundo, debemos regalarles tiempos para pensar, para imaginar, para crear.