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El arco de la sabiduría

Cada maestro, cada maestra, tiene rituales favoritos dentro del aula. Cada uno de nosotros, preparamos el espacio atendiendo las necesidades de los infantes y nuestras propias preferencias.

 

Uno de los momentos mágicos que suceden en un aula de Educación Infantil es La Asamblea. Justo después de que las criaturas entren al aula, cuando ya han terminado las rutinas de bienvenida entre iguales y diferentes, nos sentamos en un espacio sagrado para desarrollar este ritual. A veces se forma un cuadrado, otras veces se hace un círculo, también he visto óvalos… en mi aula, nace el Arco de la Sabiduría.

 

Dependiendo de las energías que se estén moviendo, propongo una organización u otra. Aunque por el bien del sentimiento de orden, es aconsejable mantener una determinada organización durante un trimestre, al menos.

 

Nosotros nos sentamos bajo dos criterios: día de la semana que son banqueros y el vigilante. En el banco, quienes hoy son responsables; delante, los responsables de mañana; a su lado, los responsables de pasado mañana; después, los responsables de antes de ayer; y justo al lado del taburete del vigilante, los responsables de ayer. El espacio que eligen bajo este criterio se mantiene durante todo el día, ese es el lugar que eligieron y son sus dueños durante toda la jornada. El vigilante y los responsables flanquean nuestro Arco de la Sabiduría.

 

Dos circunstancias marcan este esquema: el uso de la pizarra y los paneles informativos. Necesitamos colocarnos de manera que todos puedan ver la pizarra y acceder a los paneles que nos ayudan a situarnos en el tiempo, a mirar quiénes están y acordarnos de quienes no y a organizar nuestro día.

 

Cada vez que un individuo comparte una idea, un pensamiento, se genera un haz de luz que cruza el arco desde el emisor hacia los receptores. Cuanta más destreza tienen para respetar sus turnos de palabra, más brilla el Arco de la Sabiduría. Hay mensajes que se crean pero se desvanecen en el arco; otros brillan con tanta intensidad que iluminarían una sala oscura; algunos van en una dirección y vuelven en el sentido contrario; a veces el emisor elige los destinatarios, aunque la libertad de escuchar se ejerce con entusiasmo.

 

En esta formación, hay un tiempo para cada uno, sin prisa, sin presión, generando climas de confianza para que en cada palabra que compartan sientan la seguridad de sentirse respetados y valorados. Porque todos somos importantes, todos tenemos un valor por ser diferentes, por sentirnos quienes somos.

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«Si quieres construir una nave, no reúnas a los hombres para hacerlos recoger la madera, para distribuir las tareas y dividir el trabajo, sino enséñales la nostalgia del mar amplio e infinito».

 

Antoine de Saint Exupéry
Escritor y aviador francés
autor de «El principito»