Cabalgata 2017
Las calles de todo Vicálvaro, y mira que Vicálvaro ahora tiene calles y barrios enteros como Valderribas, Valdebernardo, Villablanca…, se han llenado de gente. Es bueno ver que la gente que se reunía era especial pues eran de todas las edades, desde los bebés hasta los mayores muy mayores, desde los que corrían y se movían mucho hasta los que estaban en silla de ruedas o similares pero tan vivos como los otros. Los que estaban solos y los que iban en familia, los grupos de amigos… Todas las formas de estar juntos. Además tenían algo que llamaba la atención, estaban contentos y con sonrisas en la cara. Tantos y sin estar enfadados, muy al contrario, estaban alegres. Diría que algo más: estaban esperando algo bonito, algo que les despertara la ilusión y la esperanza, algo que fuera para todos, que fuera dulce y se pudieran llevar a casa.
Era la Cabalgata de los Reyes Magos. Al recorrer las calles iban mirando a cada uno de los niños y de las familias para luego visitarles personalmente en la noche y dejarles unos presentes, lo que llamamos regalos.
Los Magos seguían la estrella, una grande y amarilla con luces alrededor para que se viera bien. La estrella indicaba dónde estaba el tesoro, aquello que todos los hombres desean; ¡la vida! Se paró sobre un portal, ¡el portal de Belén!, donde san José acompañaba a la Virgen María que acababa de dar a luz a su hijo Jesús. ¡Este es el tesoro que todos esperan! La vida, a Jesús, el Hijo de Dios, el único que es al mismo tiempo verdadero hombre y verdadero Dios. Este es el secreto que llena de sorpresa, algo tan grande en un niñito pequeñito. ¡Qué bello es todo esto, qué bello es este mundo y qué grande es Dios!
Algunos padres señalaban al Portal para que sus hijos pudieran ver a la familia de Jesús. Y les decían que es a Jesús a quien buscan los Magos, los Reyes, pues en Jesús está la vida, la dulzura, la alegría y la Paz. Todos deseamos la paz, que no haya violencia de ningún tipo, que los corazones estén alegres y generosos y es Jesús el que trae la dulzura del cielo. Nos lo hacía llegar en forma de caramelo. ¡Caramelos para todos!, se oía de vez en cuando. ¡Que nadie se quede sin caramelos, que nadie se quede sin la dulzura que viene del cielo! Y por eso desde las comparsas y las carrozas íbamos repartiendo caramelos. Era muy bonito ver como todos se lanzaban a por esa dulzura y no se enfadaban entre ellos pues sabían que había para todos.
Me llamó la atención una cosa: la gente llevaba paraguas, pero no los ponían como siempre, para protegerse de lo que cae del cielo ¡la lluvia!, sino que los ponían al revés. Al verlo pensé que se equivocaban, pero no. ¡Era para no perder nada de la dulzura del cielo! Así quiero yo vivir: sin perder nada de la dulzura del cielo, ¡con Jesús el verdadero regalo!