El pasado mes de septiembre nuestro cole abría de nuevo sus puertas para empezar una nueva aventura. Vivimos un primer día mágico en el cual el mejor plan que se nos ocurrió no era otro que disfrutar de lo que juntos hemos construido; y es que este año nuestra primaria está de aniversario. Cumplimos una década de trabajo apasionado por la educación de nuestros alumnos desde el afecto, la compañía y la confianza mutua.
Han sido diez años de ayudarnos, de admirar lo que cada uno es capaz de hacer, de valorarnos y sentir que todos somos personas únicas capaces de hacer grandes cosas. Por eso, la mejor manera de celebrarlo era con quienes nos ponen todos los días a prueba, hacen una mejor versión de nosotros y, nos hacen pararnos ante las pequeñas cosas que nos pasan desapercibidas día a día: nuestros alumnos.
Cantamos, reímos y nos divertimos a lo grande, pero teniendo desde el principio muy presente el porqué de esta celebración: estábamos juntos y dando gracias por ello.
Tampoco faltaron los regalos, tan especiales que aún nos dura la emoción. Nosotros, profesores, recibíamos las mejores clases de alumnos que nos podíamos imaginar; y, el regalo para ellos era tener un año más a los profesores que les cuidan, les valoran y que este curso se han propuesto ayudarles a que descubran la realidad más allá de lo que ven. ¿Podría haber algo mejor?