En los tres primeros años de vida, la psicomotricidad juega un papel fundamental en el desarrollo del niño, ya que influye directamente sobre el desarrollo intelectual, afectivo y social.
- A nivel motor, permite al niño dominar su movimiento corporal: coordinación, equilibrio… Le permite tomar conciencia de su propio cuerpo y adquirir un esquema de él.
- A nivel cognitivo facilita el aprendizaje, mejora la memoria y la capacidad de atención y concentración. Introduce al niño en conceptos espaciales (arriba-abajo, izquierda-derecha, cerca-lejos), temporales, de lateralidad, relativas a su cuerpo, a los objetos y situaciones; y le ayuda a reforzar conocimientos sobre el tamaño, forma y color de las cosas.
Influye directamente sobre el rendimiento escolar posterior. El niño que no conoce adecuadamente su esquema corporal y cuya orientación espacial es deficiente, encuentra dificultad en adquirir determinados automatismos necesarios para su aprendizaje escolar.
Por ejemplo, la idea de ANTES-DESPUÉS o a la DERECHA-IZQUIERDA (necesaria para distinguir las letras b y d ó p y q)
- A nivel social y afectivo la psicomotricidad sirve de canalizador, ya que el niño puede descargar tensiones y beneficiarse así de un mejor equilibrio de las emociones. Además, se potencia el juego grupal, las relaciones con los compañeros y la autoestima del niño, permitiéndole enfrentarse a sus miedos.
Para ello hay que darle los recursos y las estrategias necesarias para que favorezcan este desarrollo. A través de la realización de circuitos les facilitamos una libertad de movimientos para adquirir fuerza y control en sus músculos y así poder explorar, correr, saltar, dibujar, construir… Porque para dominar el movimiento hay que moverse.
El niño “piensa haciendo”: aquello que percibe de sí mismo y de los demás son acciones y sus resultados, así que será con sus movimientos como explore y comprenda su entorno.
“El aprendizaje se produce a través del movimiento, la acción del niño sobre el medio y las experiencias”.